La fiesta del viento¡Ahí voy ¡ Me presento volando.
¿Y cómo no? Si soy una cometa.
Os contaré una historia que sucedió en dos pueblos: Tarifa en España y Ksar Seguir, en Marruecos.
Estos pueblos vecinos compartían el inmenso mar y el azote del mismo viento. Pero tenían vidas muy distintas.
Yo, que he volado a un lado y al otro del estrecho, conozco bien la historia de amistad entre unos niños a los que una sencilla cometa como yo, unió para siempre.
Alex, mi creador, era un niño imaginativo que disfrutaba inventando historias de piratas o de caballeros y princesas, que habitaban el cercano castillo; observando con prismáticos la costa, buscando delfines e imaginando qué habría al otro lado de la orilla...
Pero lo que más le gustaba era inventar y crear cometas. Siempre que podía se iba a la orilla del mar y sacaba sus cometas a volar.
Un día dibujó una cometa con dos manos unidas de diferentes razas.
Sí, lo habéis adivinado, esa era yo. ¿A que soy bonita?
Una mañana bajó a la playa, pensando en mandarme a tomar viento- en el mejor sentido de la palabra-. Le acompañaban sus amigos Pablo Lagartijo y Laura, unos veraneantes madrileños que se estrenaban volando una cometa. Los niños no conseguían levantarme del suelo, hasta que una ráfaga fuerte del viento me empujó violentamente y ascendí. Pero los chicos se disputaban el mando de la cometa y unos por otros... me dejaron sola, volando sobre el impresionante estrecho.
Pasé varias horas, como loca, sin parar, hasta que amainó el viento, cuando volaba sobre el pueblecito marroquí. Allí me esperaban unos niños morenos y flacos como los espaguetis, que se lanzaron alegres sobre mí. Comentaban felices, que les parecí una estrella que iba hacia ellos y que cuando se acercaron comprobaron que era una cometa herida por la fuerza del viento.
La mayor del grupo, Fátima- que llevaba siempre a su hermanito Omar al lado- se hizo cargo de mí. Cuando le preguntaban cómo me encontró, siempre contestaba: “llegó del cielo a mis manos”.
Y realmente así llegué, como un mágico regalo.
Fátima y sus amigos me hicieron adornos con mensajes de amistad y diseñaron otras cometas con materiales sencillos para jugar todos. Carecían de muchas cosas, pero les sobraba entusiasmo y energía.
Pronto volví a volar llevado de otras manos llenas de ilusión. Pero mi destino era ir de acá para allá y a los pocos días me dejaron volar con mis amigos de Tarifa.
De golpe y porrazo- nunca mejor dicho- volví con Alex y sus amigos, que me recibieron emocionados. Enseguida leyeron los mensajes de Fátima y se sintieron afortunados por tener amigos nuevos.
Y seguí mi trabajo de paloma mensajera, con mensajes nuevos de amistad. Hablaban de sus juegos, de sus fiestas, de sus ilusiones por estar juntos jugando...
Los chicos aprendieron muchas cosas, unos de otros. Fátima era una verdadera artista y escribía frases muy bellas. . Alex era el mejor ingeniero de cometas que había, ¡y tenía tanta fantasía!
¡Estaban tan cerca...! Sólo les separaban unos kilómetros.
Y sucedió.
Sí. Lo que estáis esperando: el encuentro.
Ocurrió en el día de Reyes. La magia de ese día consiguió que los niños de ambas orillas se reunieran para jugar con el viento. Fue una fiesta, la gran fiesta del viento, donde las alegres cometas unimos los corazones de unos niños que compartieron ilusiones y sueños por encima de las distancias y las fronteras.
Yo, que sólo soy una cometa, me pregunto:
“Si todos pusiéramos nuestro granito de arena, aportando un poquito de cada cosa, no habría tanta diferencia y los niños tendrían siempre una sonrisa en la cara.
¿No creéis?”
FIN
Este cuento fue creado por la clase de 5ºA en diciembre de 2009.